Nuestro estilo de vida actual puede provocar a menudo un exceso de acidificación del organismo. Nuestro cuerpo funciona como una central eléctrica, quemando grasas e hidratos de carbono para producir energía. Esta combustión produce «residuos» o productos de desecho que hay que eliminar. En el caso de las grasas y los hidratos de carbono esto se consigue fácilmente, sobre todo mediante la respiración y un aporte óptimo de oxígeno.
Sin embargo, la descomposición de proteínas, especialmente las de origen animal, deja residuos que forman ácidos, como el ácido sulfúrico, el ácido nítrico y el ácido úrico. Si los órganos excretores trabajan en exceso, estos ácidos se depositan en los tejidos y pueden provocar la acidificación, que ralentiza el metabolismo e inhibe la quema de grasas.
Una dieta alcalina puede eliminar la acidificación y revitalizar el metabolismo. Cuanto más alcalina sea la dieta, mejor funcionará el metabolismo y menos productos de desecho se acumularán.
Pero, ojo: no todo lo que sabe ácido es también acidificante, y viceversa. Los limones, por ejemplo, tienen un efecto alcalinizante a pesar de su sabor ácido. En cambio, los dulces y el queso son acidificantes. Por tanto, no solo es importante conocer el contenido calórico y graso de los alimentos, sino también saber qué alimentos tienen un efecto alcalinizante o acidificante. Para regular de forma óptima el metabolismo, es necesario un aporte suficiente de sustancias alcalinas, ya que nuestro cuerpo está formado por un 70 % de fluidos alcalinos y solo un 30 % de fluidos ácidos.
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